"DURO Y PAREJO"

Primer Prólogo

Duro y parejo por más de dos décadas “El Diantre” le ha dado a la poesía popular, o no sé si la poesía popular le ha dado a él, pero si sé que los dos han sabido convivir con los porfiados hechos de nuestra historia, personas y personajes. El arte de la décima se ha vuelto crónica poética con el mejor de los oficios que ha sabido valientemente cultivar este hijo de la quinta región.

Duro y Parejo sale a ganarse el pan y la amistad todos los días este “porteño campesino” y doblando los alambres de la vida hace artesanías o canta solidariamente en un rincón desde donde fue llamado y arrastrándole el poncho a mandamases y politicastros sabe reírse de las desgracias y también le duele la realidad cotidiana de este país de presuntos jaguares, donde a los ojos de otros estamos caros para gatos.

Duro y parejo corre el verso y vuelan las cabezas de aquellos que la historia no absolverá, duro y parejo también nos da una lección de dignidad porque él jamás abandona la trinchera de la clase obrera y desde allí dispara versos que dejan roncha en la piel de pseudo socialistas renovados que se han olvidado que en este país todavía existen soñadores y utopistas que no se resignan a creer que todo es mercadería.

Duro y parejo con los explotadores, duro y parejo con los tiranos, duro y parejo con lo que sin serlo dicen ser, con los que hablan sin decir, con los que lloran sin sentir, con los que cobran por mentir y con los que han hecho de este mundo un mal remedo del vivir.

Si le buscan han de hallarlo
Carlos.
Y suelta el verso veloz
Muñoz
Sin palabras lisonjeras
Aguilera.

Porque no canta leseras
Y no escabulle la verdad
Duro y parejo les da
Carlos Muñoz Aguilera

César Castillo “El Tranca”
Valparaíso 4 de diciembre de 2004.


Segundo Prólogo

En 1985 Carlos Muñoz debió declarar ante la Justicia pues –vendiendo su artesanía en la calle- había presenciado un suceso policial; al ser interrogado, relató: (...) “sacó pistola enseguía/ a todos encañonó/ La niña se alborotó/ quiso poner resistencia/ pero el caco con violencia/ a las dos las maltrató/(...) En medio de tanto lío/ el hombre que se escapó/ dos disparos alcanzó/ a hacer, y cayó abatió/ Quedó gravemente herío/ y al poco se desangró (...) Y aquí doy la despedida/ griten al cielo aleluya/ en una de las patrullas/ se llevan a las heridas”.

El juez aceptó tal relato como veraz testimonio, con muestras de admiración, porque entendió que su testigo pensaba y hablaba mejor en décimas. Y le compró una hojita con poemas. Cuando ese testimonio fue publicado en un diario y leído por radio, algunos sonreímos pensando que Carlos había logrado intercalar la vieja tradición oral noticiosa (que culminara en la Lira Popular) en los nuevos medios porque –como solía recitar- era “un huaso renovado”: un individuo que mantenía costumbres campesinas y vivía en la casa más turística de Valparaíso. “El huaso que galopa en micro -decía el costumbrista Rubén Sáez- logra que los poetas de su ciudad no lo incluyan en las antologías, porque lo suyo es común, pero logra que todos lo escuchen y se diviertan, porque lo suyo es fuera de lo común. Ante ese problema ( arte/folclore) él se queda ajeno, tomando mate y mirando el semáforo como si fuera una puesta de sol”.

Diego Muñoz –en los afanes que culminaron en “Poesía Popular Chilena”- advertía los oficios de los que le parecían los principales poetas populares de la segunda mitad del siglo XIX y primera mitad del XX: zapateros, carboneros, obreros, ferroviarios, etc. con escasa o nula escolaridad, todos continuadores de una expresión que escucharon desde niños, todos escribiendo en décimas o romances diversos sucesos de actualidad mezclados con circunstancias de su vida. El Diantre presenta perfectamente esas características: desde su infancia y sin saberlo asistió a la escuela eterna: escuchaba en un lejano fundo de Curacaví las payas y canciones que improvisaba su abuelo, o las otras con guitarra y alegría que repetía su padre.

Años después –la triste década del setenta- cuando vino a vender quesitos frescos a la ciudad, y decidió radicarse, asistió a un acto político con cantores; entusiasmado -y para no ser menos- subió a la tarima e hizo comentarios con rima y estrambote. Exito total, y el comienzo de sus composiciones intencionadas. Desde ese entonces sus versos –al estilo de la vieja Lira Popular- corren en hojas que él mismo distribuye, se incorporan a posters, y son recitados por el autor en cuanto acto hay en el puerto.

Tales poemas son eminentemente orales (cuyo apenas reflejo podemos encontrar por escrito) y utilizan los recursos de la tradición: emisiones en tempo distinto al normal pausas prolongadas, entonaciones intencionadas, pronunciaciones que encuentran su rima a costa de vocales no emitidas. Por ello –como apuntó Eugenio Rodríguez- en libro a veces parecen resentirse en una sílaba o estar anudados a aliteraciones forzadas, vicios que son una virtud en otro formato. En cuanto al repertorio de temas, esos poemas se destacan por incorporar un personaje que no sale en los inventarios folclóricos ( Danneman –por ejemplo- no lo incorpora en su “Tipos humanos en la poesía folclórica chilena”, Rojas ni lo nombra en su “De persona a personaje en el folclore”): el político.

La vertiente de protesta -que contra viento y marea agita los textos- versifica las realidades políticas contraponiéndolas con las situaciones particulares del autor. Eso produce un contrapunto que debe situarse como una de las características diferenciales de Muñoz, con aciertos ligados a una contingencia, como su “Si yo fuera candidato”, que cuenta con varias versiones.

Tal sucede con tales poemas, tan difundidos. Con el autor acontece lo igual: se ha transformado en un noticiario y en uno de nuestros poetas regalones, con presencia frecuente en los medios de incomunicación social y en la conversaciones. Hoy, vendiendo su artesanía y poniendo en verso cuanto acontecimiento interesante o no pasa en nuestras calles, el Diantre –junto a los ascensores y al trole- se ha hecho parte del paisaje y puede ser resguardado como patrimonial.

Víctor Rojas Farías
Escritor.
Valparaiso 1 de abril de 2005