PROLOGO DE "ARRASTRANDO EL PONCHO"

La vigencia en el mundo citadino de expresiones poéticas populares conservadas principalmente en los campos de la zona central, en un país en que menos de un quinto de la población sigue siendo rural, sorprende un poco.

Aunque por otro lado, se explica en función de formas que encuadran contenidos ligados a lo cotidiano y a la coyuntura política y social, siguiendo una corriente que brotó con fuerza en plena guerra con España (1865 - 66), cuando surgieron las liras populares impresas.

Carlos Muñoz Aguilera, “El Diantre”, nos regala un nuevo libro: “Arrastrando el Poncho”, el cuarto de su producción, que como los antiguos poetas que recitaban en plazas, trenos, andenes, calles y fiestas populares, el mismo edita, imprime y vende.

Comienza con una décima explicativa que invita a seguirlo, desentrañando la fórmula cabalística, A BB AA CC DD C, en estos términos: “Pareciera bien papaya/escribir de esta forma/la décima tiene normas/muy complejas y canallas/se hace de esta laya/por si quieren aprender/les dejo en su poder/ esta pequeña receta/a los futuros poetas/herederos de Espinel”.

El origen de esta estrofa se atribuye como se sabe, a Vicente Espinel, poeta español del siglo de oro que tuvo resonancia enorme.  Llegó a los hontanares de la poesía culta.  Rubén Darío, José Martí y Federico García Lorca la cultivaron con prolijidad.

Muñoz Aguilera domina las técnicas y trucos de la estrofa, que maneja como décima suelta, como glosa con y sin despedida y como verso de coleo, en este libro.  También es diestro en formas más sencillas: ovillejos, brindis y cuecas, para las cuales demuestra talento.

Poeta de la contingencia, “El Diantre” pertenece al escaso número de aquellos que son capaces de dar vida a formas centenarias, haciéndolas vibrar sin languideces. En este libro los temas se atropellan, llenos de ingenio, irreverentes, con urticantes y profundos comentarios políticos.

Los octosílabos de las décimas se suceden con fluidez. Pequeñas imperfecciones corresponden más bien a diferencias entre escritura y oralidad. La poesía popular -desde Homero y antes- se describe para ser recitada o entonada como hacían los juglares, y como ocurre con el canto a lo divino y el canto a lo humano de nuestra poesía popular.

Habitante urbano, Muñoz Aguilera es un “pueta” leído que conoce bien la actualidad, que percibe y comprende lo que pasa en el mundo -siempre dese la óptica de la gente sencilla- y tiene el prurito de contarlo, sintetizado por el verso, para compartir reflexiones. No es payador. El Diantre” es un poeta popular que trabaja los versos y las ideas más allá de la improvisación. Trata de llegar al fondo y casi siempre lo logra; casi, porque felizmente, no es infalible. No se limita a la crítica social. Hay comentarios y lecciones de un mundo picaresco; la injusticia, la traición y la crueldad. A veces se entrevé una punta de tristeza, el desconsuelo de un amor no correspondido, alguna obscuridad del alma. En su poesía produce una mezcla de actualidad, sabiduría y formalización, que asume también el imaginario de versos “por ponderación”, “del cuerpo dividido” y “el mundo al revés”. No falta el recuerdo de los amigos -como el “Gitano Rodríguez”- y el relumbre del bienamado Valparaíso, pero es, principalmente, poeta de la actualidad, comentarista y narrador vivificante del presente.

La poesía de Carlos Muñoz Aguilera tiene rudeza y picante frescura, y fluye como agua montaraz y torrentosa.  “El Diantre”, hombre joven que le peleó a la vida desde niña en la infancia campesina de Curacaví, nos entrega este libro desenfadado y revuelto, en que hay hierbas aromáticas y revulsivas, flores y espinas. Alegrémonos, también, porque está decidido a seguir escribiendo, “hasta que esté rasguñando el cajón”, dice.


Hernán Soto
(Revista "Punto Final")
Santiago, Agosto de 1998.